Febrero 2012, Número 4
 
En esta edición







Únete a nuestro grupo:

Gestión de las Finanzas Personales





Recibe todos los meses los comentarios más actuales sobre responsabilidad social y cultura financiera. Dar de alta.



¿Quieres ver los artículos publicados en nuestros boletines anteriores?


 
Equipos ganadores para el cambio social

No hace falta ser un gran aficionado a los deportes para saber que suelen llegar más lejos los equipos que juegan con una estrategia, aprovechando las mejores cualidades de cada uno y apoyándose mutuamente para el logro del objetivo común (ganar), que los que confían su suerte a jugadores-estrella, más preocupados por el lucimiento individual. El mismo principio puede aplicarse a la necesidad de establecer alianzas estratégicas para abordar proyectos de verdadero impacto social..

Las mejoras sociales positivas y duraderas no se logran con actuaciones puntuales de tintes filantrópicos, sino que son la consecuencia natural de una forma ética y sostenible de hacer negocios. Sin embargo, las empresas no son las únicas responsables; también las autoridades públicas y la propia sociedad civil tienen un papel que jugar en la creación de comunidades más equitativas. La envergadura de las acciones necesarias para conseguir cambios significativos requiere una acción concertada entre los tres sectores, superando el actual modelo de iniciativas individuales y colaboraciones ocasionales: es necesario jugar en equipo.

Conocer las ventajas competitivas y las limitaciones de cada sector resulta imprescindible para diseñar estrategias eficaces y determinar su función óptima en el conjunto.

El sector público tiene como principal activo su capacidad para definir el entorno regulatorio, garantizando unas reglas del juego igualitarias y promoviendo la superación de las desigualdades. En general, cuando se considera este aspecto suele pensarse en la redistribución por vía impositiva (de hecho, últimamente están cobrando fuerza en varios países las propuestas de leyes de Mecenazgo Social, que incentivan fiscalmente el compromiso social de las empresas). Sin embargo, su responsabilidad en la definición de un contexto adecuado para superar la pobreza va mucho más allá de la normativa tributaria; es necesario que el ordenamiento en su conjunto garantice la igualdad de oportunidades: para hacer negocios, para acceder a la educación y a la salud…

La neutralidad y la visión global son también importantes ventajas competitivas de las autoridades públicas, ya sean nacionales, regionales o sectoriales.
La neutralidad es esencial para la credibilidad y aceptación de las iniciativas, pero por desgracia no es un valor universal; en entornos con elevadas sospechas de corrupción, el ámbito de "lo público" no sólo no cuenta con esa ventaja, sino que puede llegar a empañar la legitimidad de los proyectos en los que participa.

Por su parte, la visión global facilita el establecimiento de prioridades y el diseño de políticas integradoras pero, al mismo tiempo, suele implicar cierto desconocimiento de las realidades específicas, lo que puede resultar crítico para el éxito de los proyectos. Lo que vale para una comunidad o grupo probablemente no sirva en otro con códigos culturales o patrones de comportamiento diferentes. Por fortuna, el conocimiento y la sensibilidad hacia estas cuestiones es uno de los puntos fuertes de las organizaciones del tercer sector, mucho más próximas a las necesidades cotidianas de las personas con las que colaboran. Esta circunstancia no sólo es relevante en la fase de diseño de los programas, sino también en los tramos finales de su ejecución. Además, la participación de asociaciones civiles en cualquier alianza suele aportar a sus socios el prestigio y la legitimidad que derivan de su carácter no lucrativo. El Banco Mundial se propone promover un mayor protagonismo de la sociedad civil, a través de su Alianza mundial para una mayor responsabilidad social.

Las principales limitaciones de las organizaciones del tercer sector provienen principalmente de su atomización (lo que impide aprovechar economías de escala), con la consiguiente falta de recursos e infraestructuras para realizar acciones de alcance. En algunos casos, además, el alto grado de compromiso y las buenas intenciones no bastan para compensar la falta de profesionalización en la gestión de los (siempre escasos) recursos disponibles.

Estas debilidades pueden superarse con un uso inteligente de las nuevas tecnologías y, de manera especial, con el apoyo de entidades privadas que aporten profesionalidad y respaldo económico, generalmente en el ámbito de sus estrategias de RSE. El sector privado, en su conjunto, es el que cuenta con mayor capacidad de financiación (muy por encima de las limitadas posibilidades de subvención del sector público) junto a otra ventaja nada desdeñable: gracias a los esfuerzos de comercialización que realizan en el contexto de su actividad, disponen de una gran diversidad de canales de acceso a todo tipo de colectivos, lo que facilita la difusión y el alcance de las acciones.

Esta característica resulta tanto más beneficiosa cuanto más numeroso sea el público objetivo, y el caso de los programas de educación financiera dirigidos a la población adulta constituye un buen ejemplo. Mientras las autoridades públicas del sector financiero que suelen impulsar estos programas no son conocidas ni especialmente valoradas por la mayor parte de los ciudadanos, las entidades crediticias sí forman parte de su vida cotidiana, por lo que una alianza estratégica entre ambos sectores resulta vital para garantizar la efectividad: el sector público aporta reputación y neutralidad, mientras el sector privado ofrece alcance, difusión e infraestructura. En este sentido, las recomendaciones de la OCDE señalan que "la educación financiera debe formar parte del gobierno corporativo de las instituciones financieras, que serán estimuladas a asumir esta responsabilidad"; aunque, obviamente, bajo ciertas condiciones: "Se desarrollarán códigos de conducta para el personal de las entidades, de modo que la educación financiera se distinga con claridad de las recomendaciones comerciales".

Esto nos lleva a uno de los principales obstáculos para la creación de alianzas estratégicas entre el sector público y las entidades privadas: los frecuentes problemas de reputación de estas últimas suelen arrojar sospechas sobre las motivaciones o las "agendas ocultas" de sus intervenciones en proyectos de interés social.

Lo cierto es que estas asociaciones, potencialmente beneficiosas para todos, exigen un especial esfuerzo de transparencia y una clara delimitación de las reglas, con el fin de compartir las ventajas sin transferir los inconvenientes: no hay duda de que el sector público debe evitar con esmero cualquier apariencia de parcialidad, pero sería un error renunciar a las fortalezas que puede aportar la industria.

En un reciente webinar titulado Building strategic partnership to create social change, la consultora Corporate Citizenship identificaba algunos principios para establecer alianzas efectivas:
  • Alineación de objetivos: los socios deben compartir el propósito y las metas comunes, respetando al mismo tiempo los objetivos individuales de cada uno, que deberán ser tenidos en cuenta en el diseño de la alianza.
  • Beneficios mutuos: todas las partes deberán beneficiarse de la acción conjunta. Este logro deberá reflejarse de forma expresa dentro de los objetivos de la alianza.
  • Transparencia: la relación debe estar basada en la confianza y se construirá a lo largo del tiempo, invirtiendo el tiempo y el esfuerzo necesarios para solventar cualquier problema.
  • Responsabilidades definidas: deben estar claramente establecidas las áreas de responsabilidad (cualquier asociación implica ceder ciertas parcelas de control), los acuerdos sobre comunicación e información y los mecanismos para medir y evaluar los progresos y los resultados.
Para completar el panorama, el artículo "Canalizar el cambio: hacer que funcione el impacto colectivo", de la Stanford Social Innovation Review, expone las principales diferencias entre las acciones aisladas y el impacto colectivo, concepto que define la colaboración inter-sectorial como única vía capaz de lograr resultados significativos.

Acciones aisladas
Impacto colectivo
Los financiadores seleccionan a las entidades que plantean las soluciones más prometedoras. Los financiadores y quienes desarrollan los proyectos comprenden que los problemas sociales y sus soluciones derivan de la interacción de diversas organizaciones, dentro de un sistema superior.
Las organizaciones trabajan de manera individual y compiten por lograr el mayor impacto independiente. Las organizaciones coordinan activamente sus actividades y comparten las lecciones aprendidas.
La evaluación intenta aislar el impacto de cada organización. El progreso depende de trabajar hacia el mismo objetivo y evaluar los mismos conceptos.
Se asume que el cambio a gran escala depende de ampliar el alcance de una organización concreta. El impacto a gran escala depende de aumentar la coordinación intersectorial y de aprender de las diversas organizaciones.
El sector público y las corporaciones suelen estar desconectados de los esfuerzos de las fundaciones y ONG. El sector público y las corporaciones son socios esenciales en los proyectos.

Las alianzas estratégicas intersectoriales no sólo resultan razonables sobre el papel, sino que han demostrado su eficacia en los casos en que se han aplicado. Es el momento de superar la desconfianza mutua y trabajar para conseguir que el resultado sea muy superior a la suma de las partes.


Addkeen Consulting - Buenos Aires



Licencia Creative Commons
Boletín Cultura financiera & Responsabilidad social por Cristina Carrillo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.addkeen.net/newsletter.