Junio 2012, Número 8
 
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El Señor de los Ladrillos

El juglar financiero, fanático convicto y confeso de Tolkien, se queda dormido mientras ve en la tele la trilogía completa de El Señor de los Anillos, versión Peter Jackson (por quincuagésimo octava vez). En tan vulnerable estado, sus diferentes obsesiones se entremezclan y dan lugar a un agitado sueño, en el que se modifica ligeramente la naturaleza del famoso "tesoro" que tan celosamente protegían los hobbits.

Sinopsis de la pesadilla. Probo y Max son dos simpáticos hobbits que, sin comerlo ni beberlo, se ven embarcados en una singular aventura: tras heredar de su tío abuelo una hipoteca a 150 años sobre su cueva de la Comarca, Probo se dirige al Monte del Desahucio, lugar en el que se firmó el documento hipotecario y, por lo tanto, el único sitio en el que puede ser destruido. Sin embargo, la ruta está plagada de obstáculos, debido al Ojo Omnipresente del Señor de los Ladrillos y sus aviesos secuaces que, como es lógico, desean recuperar el documento con el fin de ponerlo a buen recaudo y mantener a Probo hipotecado por siempre jamás.

Por otra parte, Lellum, un pobre tipo consumido por décadas de cuotas hipotecarias, tan acostumbrado a cargar con el peso de las deudas que ya no es capaz de mantenerse erguido, persigue a Probo y Max durante cientos de kilómetros para hacerse con el codiciado documento, sin cesar de canturrear lastimeramente: "Mi hipoteeeeeca".

Otro personaje con mucho protagonismo es Randall, un gurú financiero que asesora a una asociación de consumidores denominada "la comunidad del ladrillo", integrada por activistas anti-hipotecarios de variado pelaje y procedencia. Su misión es tratar de distraer a las huestes recaudatorias del Señor Oscuro, para que Probo y Max puedan alcanzar su meta y finiquitar la hipoteca antes de que se inicie una oleada de desahucios colectivos.
Durante su arriesgado periplo, los hobbits hacen frente a incontables vicisitudes, debido a las feroces estrategias del Señor de los Ladrillos: subidas de los tipos de interés, aparición mágica de nuevos gastos asociados a la hipoteca, traspaso de la deuda de unas entidades a otras… Como consecuencia, la hipoteca que acarrea Probo es cada vez más pesada, y sólo gracias al infatigable apoyo de Max consiguen alcanzar finalmente su destino.

Para prolongar el suspense, en el último instante Probo, que luce ya un aspecto tan demacrado y tristón como el propio Lellum (como consecuencia de haber arrastrado la abrumadora carga hipotecaria por montes y valles) experimenta un momento de severa confusión y decide no destruir el contrato. Definida su identidad como persona y ciudadano por años de sometimiento al Señor de los Ladrillos, no se ve capaz de afrontar un futuro libre de deudas. ¿Qué otra cosa podría hacer con sus excedentes patrimoniales? Entonces decide conservar su hipoteca e incluso ampliarla, poniendo una piscina en su jardín de la Comarca, o cualquier otro elemento superfluo pero costoso que contribuya a aumentar la deuda.

Es fácil comprender que, al igual que Lellum, nuestro héroe sufre un caso agudo de "síndrome de Estocolmo hipotecario", por el que la perspectiva de una vida sin hipoteca le resulta tan aterradora como la propia muerte. En ese momento crucial, mientras Probo se aferra a su hipoteca sin atender a las razones del desesperado Max, aparece de la nada Lellum, le arranca de un mordisco la mano que sujeta el contrato y, totalmente desequilibrado, se precipita con su trofeo por el Monte del Desahucio, sin posibilidad alguna de supervivencia, mientras vocifera feliz (por última vez): "Mi hipoteeeeeeca…".

En ese momento, ante la pérdida de la hipoteca todas las estructuras del Monte del Desahucio se tambalean y amenazan con enterrar a Probo y Max. Por suerte, aparecen in extremis dos unidades parasanitarias enviadas por el avispado Randall, que se llevan volando en parihuelas a los dos exhaustos hobbits. The End!





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