Enero 2013, número 15
 
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La contraseña encriptada de Barbazul

Durante muchos años, el cuento de Perrault dejó de imprimirse porque se consideraba excesivamente brutal para las tiernas mentes de los pequeñuelos. Después de todo, ¿a quién se le ocurriría tratar de dormir al nene con la historia de un bárbaro cuyo hobby es asesinar esposas y coleccionar sus cadáveres?

Aunque sospechamos que la mayoría de nuestros lectores son creciditos y ya están curados de espanto, nos sentimos obligados a avisar: ¡Es posible que la adaptación de nuestro juglar pueda herir la sensibilidad ética de algunos! Al menos, los delitos financieros no dejan rastros de sangre coagulada… ¡casi nunca!

Había una vez un misterioso, rico y poderoso individuo llamado Mr. Barbablue. Los hombres envidiaban su pasmosa facilidad para hacer dinero y para casarse con las mujeres más bellas del mundo, mientras las mujeres… envidiaban a todas las que conseguían captar su atención. La escasa duración media de sus matrimonios y el cuestionable atractivo físico del caballero no parecían desanimar a las numerosas candidatas, sobre todo porque la leyenda urbana aseguraba que los divorcios resultaban tan lucrativos que permitían a las damas llevar una vida principesca para el resto de sus días, con la única condición de hacerlo en algún paraíso remoto donde él no tuviera que volver a verlas. Como la perspectiva de una vida retirada en las Seychelles no resulta molesta para casi nadie, el individuo seguía recorriendo el mundo mientras atendía sus negocios y coleccionaba futuras ex-esposas.

Mr. Barbablue iba ya por el séptimo divorcio cuando conoció a una joven que cumplía con los elevados estándares de apariencia física requeridos para figurar a su lado en fotografías y actos sociales.
La muchacha se resistió un poco al principio, porque el hombre tenía ya cierta edad y le resultaba francamente repulsivo, pero todos sus parientes estuvieron de acuerdo en que se trataba de una oportunidad única en la vida. "¿Qué importa que no sea un Adonis? ¡Unos mesecitos casada y una vida entera de libertad y seguridad económica! ¡Sin duda es un buen trato!". Así que la joven echó a un lado sus vacilaciones y se dispuso a afrontar la situación con la profesionalidad que exigían las circunstancias: "Posaré, sonreiré y cuando Barbablue se canse de mí podré hacer lo que quiera con mi vida".

Y así se convirtió en la octava esposa de Barbablue. Su flamante marido le explicó las reglas del juego: "No soy dado a tonterías románticas, pero verás que soy un hombre muy generoso. Mientras estemos casados, todo mi patrimonio estará a tu disposición. No sólo podrás hacer uso ilimitado de las tarjetas de crédito, sino que tendrás firma autorizada en mis cuentas y contarás con todas las contraseñas y claves bancarias necesarias para acceder a los fondos que tengo en diferentes entidades". Mientras decía esto, le entregó un CD que contenía todas las explicaciones y datos. La joven no podía creer en su buena suerte. Incluso empezó a notar que su esposo tenía un porte bastante elegante.

Mr. Barbablue carraspeó y continuó: "Sólo hay una excepción. Verás que hay una contraseña encriptada. Corresponde a un documento en el que nunca, jamás, por ninguna circunstancia, deberás entrar. Me enteraré si lo haces y puedo asegurarte que no te gustarán las consecuencias".

La joven señora de Barbablue quedó bastante impresionada por la amenaza implícita y el tono severo del hombre. Le aseguró enfáticamente que jamás traicionaría su confianza y que no tenía intención de violar sus secretos. Por supuesto, en ese momento era completamente sincera: ¡Sólo una estúpida arriesgaría la privilegiada posición que había obtenido con su matrimonio!

Durante dos años, la joven estuvo muy ocupada disfrutando la sensación de no tener que preocuparse por el dinero. No se privaba de ningún capricho y compartía su buena fortuna con familiares y amigos. Mr. Barbablue resultó un marido considerado y discreto que apenas le imponía su presencia. Además, ella se sentía importante y valorada cada vez que tenía que firmar un documento: como tenía pleno acceso al inmenso patrimonio de Barbablue, su consentimiento también era necesario para formalizar algunas operaciones. En conjunto, la cándida jovencita se sentía más que satisfecha con su nueva vida, y no podía entender por qué habían fracasado los anteriores matrimonios de Barbablue: ¡si era facilísimo estar casada con él!

Un día, mientras exploraba algunas de las cuentas que todavía no había utilizado, tropezó con la misteriosa contraseña encriptada. Por supuesto, no pensaba cometer la estupidez de intentar entrar en la cuenta prohibida, aunque… ¿Qué podría ser tan serio como para merecer tales precauciones? Una vez despierta, la curiosidad se negó a volverse a dormir, y la joven esposa comenzó a fantasear con la posibilidad de averiguar el secreto sin ser descubierta. "¿Qué mal puede haber en echar una miradita? Por supuesto, jamás le contaré a nadie lo que encuentre… ¿Cómo podría traicionar a un marido tan complaciente como el mío?".

Como sus conocimientos de informática no sobrepasaban el nivel de usuaria de las webs de compras online, decidió reclutar a su hermana Ana, una friki de manual que podía pasar el día entero delante del ordenador sin darse cuenta de que no había comido. Como esperaba, para su hermana fue un juego de niños desencriptar la contraseña y… pronto se dieron cuenta de que hubiera sido mejor seguir en la ignorancia. En aquel documento se indicaban, con todo lujo de detalles, los sobornos, chantajes y chanchullos varios en que se asentaba la fortuna del respetadísimo Mr. Barbablue. Muy asustada, la joven esposa se volvió a su hermana: "Ana, Ana, ¿crees que se dará cuenta de que hemos entrado en el documento?".

"Mucho me temo que sí… Tomé precauciones, pero esto está diseñado por un hacker de primera línea. A estas alturas, tu marido ya sabe que conoces sus secretos. No puedes quedarte aquí, sin duda tratará de silenciarte de alguna manera".

Aún no había terminado de hablar cuando sonaron unos fuertes golpes en la puerta de entrada: "¡Policía! ¡Abran de inmediato! Buscamos a la señora de Barbablue".

Los días siguientes fueron una increíble pesadilla. La joven salió esposada de la casa que había considerado su hogar, acusada de estafa, extorsión, falsedad en documento público, evasión fiscal y una larga lista de delitos. "¡Pero si yo no he hecho nada! ¡Acabo de enterarme de las actividades de mi esposo!".

El abogado contratado por sus padres se mostró muy pesimista sobre las posibilidades de evitar una larga, larguísima condena: "Lo siento, pero está comprobado que accediste al documento desde tu domicilio, mientras tu marido estaba de viaje. La denuncia partió de una fuente anónima. Barbablue alega que no tenía ni la menor idea de la existencia del documento, mientras que tú fuiste quien utilizó la contraseña encriptada. Además, tu firma está en todos y cada uno de los papeles en los que se autorizan los pagos fraudulentos. No sé si eres una estafadora compulsiva o una completa imbécil, pero la verdad es que lo tienes muy complicado. Lo único bueno es que tu marido ha pagado mucho dinero para que la prensa no se haga eco del asunto, dice que sus negocios se verían perjudicados por la falta de criterio que ha demostrado eligiendo esposa. Por lo menos, ¡tus allegados no sufrirán la vergüenza de ver sus fotografías en los medios!".

Desesperada, la joven pidió a Ana que avisara a sus otros dos hermanos, que trabajaban como economistas y abogados corporativos en Wall Street. Mientras ella se consumía en la cárcel a la espera del juicio, los tres unieron sus habilidades para encontrar pruebas de la iniquidad de su cuñado. Todos los libros de contabilidad parecían en orden y había cubierto su rastro de modo que todas las pruebas apuntaban a su esposa. Parecían encontrarse en un callejón sin salida hasta que Ana planteó que tal vez deberían buscar en otra dirección: "¿Qué habrá sido de las anteriores esposas de Barbablue? Siempre se ha supuesto que estaban viviendo la vida loca en algún paraíso remoto pero, ¿y si no es así? ¿Y si les ha ocurrido lo mismo que a nuestra hermana?".

Con la mayor discreción posible, los tres hermanos comenzaron a explorar tan asombrosa posibilidad. Encontraron a las familias de las anteriores esposas y la teoría de Ana se vio confirmada: efectivamente, las pobres mujeres tenían sus gastos cubiertos, pero no por la generosidad post-matrimonial de Barbablue, sino por los sistemas penitenciarios de varios países distintos. Todas se habían mantenido calladas porque cada una pensaba que era la única que se encontraba en tal situación, y porque les parecía imposible luchar contra el poder, el dinero y los poderosos contactos de Barbablue.

Los cuñados de Barbablue, conscientes de que se enfrentaban a un personaje sin escrúpulos, montaron con gran cuidado su estrategia y, en el momento oportuno, desplegaron la artillería pesada: los principales medios de comunicación del mundo revelaron el verdadero destino de las siete mujeres de Barbablue. A partir de ese momento, todo se precipitó. Dada la obvia improbabilidad estadística de que un mismo hombre se casara con ocho genios femeninos de la delincuencia financiera, se vio abandonado por sus cómplices y protectores y su malvado juego salió finalmente a la luz. Tras un juicio retransmitido en directo por la televisión, Mr. Barbablue fue condenado a 200 años de prisión.

Dos años después fue liberado por buena conducta.






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