Junio 2013, número 20
 
La máquina del tiempo: tu hipoteca regresa del futuro


Desde que H.G. Wells publicara a finales del XIX La máquina del tiempo, hemos visto a una amplia selección de personajes pasearse con toda naturalidad de un lado a otro de la cuarta dimensión, aunque no todos lograron la notoriedad de Terminator y Michael J. Fox. Nuestro juglar nos enfrenta a una aterradora posibilidad: ¿Qué pasaría si las consecuencias de nuestras decisiones financieras vinieran desde el futuro para darnos un buen coscorrón?

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Guillermo ya no recuerda por qué hace diez años les pareció buena idea celebrar la firma de la hipoteca. Fueron a un restaurante carísimo y bromearon diciendo que tenían que aprovechar bien la noche, porque probablemente pasarían los siguientes cuarenta años cenando mortadela para devolver el préstamo. El camarero les hizo una foto que colocaron en la estantería de los grandes momentos, junto al retrato de la boda y las fotos de los niños.

Son las dos de la madrugada y Guillermo, que no duerme bien, está viendo en la basura televisiva nocturna a una pitonisa con demasiado maquillaje y tono remilgado. "Atención, queridos nativos de Sagitario. Vuestra vida va a dar un giro radical si sabéis aprovechar la ocasión. Pero cuidadito, porque las cosas no siempre son lo que parecen… Aunque los astros están a vuestro favor, poned mucha atención si tenéis que firmar algún papel".

Guillermo resopla, riéndose de sí mismo. "Qué lástima no haber consultado el horóscopo antes de meternos con la hipoteca".

"¡Eso mismo digo yo!", exclama con mal humor una voz desconocida.

Guillermo da un brinco y se vuelve hacia la voz. En mitad del salón hay un tipo rarísimo, paliducho y muy delgado, que le recuerda remotamente a alguien que conoce. Pero no, no lo ha visto en su vida, de eso está seguro. Tiene el ceño fruncido pero no parece demasiado agresivo; por lo menos, no tiene pinta de ir armado. La verdad es que está muy tranquilo para ser un atracador nocturno. "Llévate todo lo que quieras pero no nos hagas nada, ¿vale?".

"¿Llevarme? ¿Para qué diantres iba a querer alguno de estos trastos anticuados que tienes por aquí? Lo que quiero es que arregles las cosas".

Guillermo está totalmente perdido, aunque sigue pensando que esa cara le resulta familiar. "¿Qué cosas? ¿Cómo has entrado? ¿Quién eres tú?".

"¡Cómo! ¿No aprecias el parecido? Vaya, eso me duele", se burla el desconocido-no-tan-desconocido.

"Mira, son las dos de la mañana y no estoy para juegos, no sé quién eres ni lo que quieres". Por alguna extraña razón, Guillermo ya no siente miedo, pero sí bastante curiosidad.

"Me llamo Guillermo Sanjuán, como tú, y soy tu bichozno. O sea, el nieto de tu tataranieto. Vengo del futuro para pedirte que te deshagas como sea de esa hipoteca que firmaste hace diez años, y que nos está amargando la vida a tus descendientes desde hace generaciones".

"Ahora lo entiendo", piensa Guillermo. "Me he quedado dormido oyendo las chorradas de la pitonisa y estoy en plena pesadilla futurista. La culpa de todo es de la maldita hipoteca".

Guillermo supone que el personaje desaparecerá sin más, ahora que su condición onírica ha quedado al descubierto. ¿O es que un hombre no puede ni siquiera controlar sus propios sueños? Sin embargo, el reivindicativo descendiente sigue ahí plantado, con esa cara que tanto se parece a… la suya. Sí, definitivamente comparte con la aparición un indudable aire de familia. "Esto tiene una explicación perfectamente lógica", sigue hablando Guillermo consigo mismo. "Estoy preocupado por los 30 años de hipoteca que me quedan y mi subconsciente ha proyectado esa angustia en un presunto heredero remoto".

"Mira, yayo, tenemos de actuar deprisa. Nosotros ya no podemos seguir soportando la carga financiera. Tienes que cambiar el presente para que tus descendientes tengamos alguna oportunidad. ¡Tu hipoteca es la única herencia familiar que nos vamos pasando de generación en generación!"

Aunque sigue convencido de que es un sueño, Guillermo es un tipo positivo y llega a la conclusión de que no pierde nada por escuchar a su subconsciente.

"Está bien, hijo, cuéntame qué pasa. Pero no veo cómo puede afectaros mi hipoteca, yo tengo un buen trabajo y voy pagando las cuotas. ¡Incluso tengo intención de hacer amortizaciones para acortar el plazo! Por cierto, ¿de qué año se supone que vienes y cómo has llegado hasta aquí?".

"Vivo en el 2182 y, por supuesto, he venido en una máquina del tiempo. Hace 70 años que se empezaron a comercializar los viajes intertemporales, aunque la mayoría prefieren desplazarse hacia el futuro. Volviendo a lo nuestro: siento comunicarte que tus planes de amortización anticipada no van a funcionar. Es necesario que tomes medidas drásticas".

Ante un atónito Guillermo, aquella aparición tan realista y bien informada comienza a desgranar el historial bancario de ocho generaciones de Sanjuanes.

"Terminaste de pagar la hipoteca en el plazo previsto, es decir, en el 2043. Tenías 73 años y tu pensión era una auténtica miseria, así que contraste una hipoteca inversa sobre la casa. Eso significa que el banco te prestaba una cantidad mensual en forma de renta. Viviste hasta los 94 años. Me alegro por ti, claro… El problema es que, cuando pasaste a mejor vida en 2064, la casa estaba otra vez completamente hipotecada. Los tipos de interés estaban por las nubes pero, como una vivienda nueva hubiese sido aún más cara, tu hijo y tu nieto asumieron la deuda para poder quedarse en la casa. Cuando tu nieto terminó de pagarla, tuvo que contratar a su vez otra hipoteca inversa para complementar su jubilación y… Para abreviar, ninguno de tus descendientes ha conseguido jamás ahorrar nada, porque desde que nacemos hasta que morimos hay una hipoteca en nuestras vidas. Esa foto de boda que tienes en la estantería… la hemos convertido en una diana para jugar a los dardos. Nos la pasamos de generación en generación, junto con la hipoteca… Considéralo nuestra modesta venganza por ponernos en semejante apuro.

El caso es que así hemos llegado hasta el 2182. Esta casa se cae a pedazos, están a punto de desalojarnos porque hay peligro de derrumbamiento. Y, sin embargo, tengo una hipoteca como si viviera en un palacio... ¡Incluso he tenido que ampliarla para poder pagarme este viaje en el tiempo! Lo considero una inversión, desde luego, porque cuando arreglemos las cosas podré volver a mi vida sin deudas. Además, hay muchas ofertas para viajes al pasado y, sobre todo, para esta época tuya. A nadie le gusta venir de visita a una sociedad tan absurda como para destrozar de mala manera su propio planeta. En el futuro somos muy rigurosos contra todo tipo de comportamientos anti-ecológicos y auto-destructivos".


Llegados a este punto, Guillermo está oficialmente en estado de choque. ¿Qué puede decir? El silencio se prolonga hasta que, finalmente, pregunta con mucha humildad: "¿Pero cómo vamos a arreglarlo? ¡No tengo dinero para cancelar la hipoteca!".

"Tranquilo, yayo, ya encontraremos la solución. Para empezar, ¿te has parado a pensar que con la hipoteca a 40 años vas a terminar pagando al banco el doble del precio del piso?".

Ambos se ponen manos a la obra y, tras varias horas de trabajo, han logrado diseñar un plan financiero alternativo. Guillermo se da cuenta de que dos siglos de sufrimiento hipotecario han modificado el ADN de los Sanjuanes hasta convertirlos en brillantes matemáticos, capaces de hacer mentalmente los cálculos más complejos. Cumplida su misión, el quinto nieto de Guillermo se despide efusivamente de su antepasado, que le promete poner en práctica de inmediato su nueva estrategia.

A las siete de la mañana suena el despertador. Guillermo está luchando contra la tentación de apagarlo y seguir durmiendo, cuando el recuerdo del visitante nocturno lo espabila de golpe. Qué sueño tan vívido y extraño. Porque ha sido un sueño, ¿verdad? Desde luego, no hay otra explicación. De todos modos…

"Ana, he estado pensando. La hipoteca que tenemos es una barbaridad, estamos pagando dos viviendas por el precio de una. Creo que será mejor vender la casa y buscar un alquiler razonable. Ahorraremos para hacer algunas inversiones controladas y, cuando tengamos suficiente, compraremos un piso sin hipoteca o con una hipoteca pequeña. Probablemente tardaremos menos tiempo de esa forma…"

Su mujer no parece sorprendida. "Ah, por eso te has pasado toda la noche haciendo números. Ya he visto los papeles que has dejado en el salón. Sí, seguramente tienes razón, a mí también me abruma lo de pasarnos toda la vida con semejante deuda".

¿Papeles en el salón? Como un sonámbulo, Guillermo se acerca y allí, sobre la mesa, están los papeles con los números y diagramas que van a cambiar el destino de la familia. De repente le invade una sensación de euforia y decide que hoy mismo va a poner la casa en venta. Al pasar por delante de la estantería, algo le llama la atención: la foto de su boda con Ana, que siempre había tenido un aspecto bastante deslucido, ahora se ve nítida y luminosa.


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