Septiembre 2013, número 23
 
Lo que Facebook se llevó

Hasta donde alcanzaban sus recuerdos, Encarnada Ojara siempre había vivido rodeada de cuantas comodidades y caprichos pudiera desear. Primogénita e hija predilecta de un magnate de la construcción, la heredera de Tara Inmobiliaria S.A. era bella, inteligente… y mala como una villana de telenovela.


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Las redes sociales eran un paraíso para alguien tan narcisista y con tanto tiempo libre. A sus dieciocho añitos, Encarnada pasaba las horas muertas manipulando a su antojo a los 25.628 "amigos" que la seguían en Facebook, de los cuales el 99% eran varones. Su última idea había sido organizar un "desafío poético": el galán que escribiera la mejor rima elogiando sus lindos ojos conseguiría una cita para cenar con ella.

Sin embargo, toda esa admiración a granel no compensaba a Encarnada la frustración de ver cómo la esquivaba el único hombre del que creía estar verdaderamente enamorada: el dulce y tímido Alex, perteneciente a otra poderosa dinastía constructora. Para su desesperación, Alex salía con una prima lejana, Mariana, que era una niña buenísima pero más sosa que una mata de habas. "Alex no va a ninguna parte con esa mosquita muerta, necesita a alguien con más espíritu y alegría… ¡Me necesita a mí!".

Como su estrategia de poner celoso a Alex no parecía dar ningún resultado, ella mostraba abiertamente su interés colgando en su muro de Facebook mensajitos cariñosos, vídeos provocativos y canciones románticas. Alex era invariablemente amable y celebraba mucho sus aportaciones, pero a sus peticiones directas de una cita "de verdad" nunca respondía ni que sí ni que no, sino todo lo contrario.

Mientras tanto, en el muro de Encarnada se acumulaban las empalagosas rimas de todos los que aspiraban a cenar (y algo más) con ella. Cuando se hartó de recibir estupideces, dio por finalizado el concurso y eligió al ganador buscando entre las fotos de los concursantes al que tuviera un aspecto más peligroso, con la intención de que Alex se sintiera lo bastante preocupado como para acudir al rescate. El agraciado resultó ser un tal Rafael Batler (Raf para los amigos), que se apresuró a concertar una cita con ella en el mejor restaurante de la ciudad.

Para su gran consternación, Encarnada se encontró con un cínico más listo que ella y nada fácil de manejar, es decir, el tipo de hombre con el que no tenía ningún interés en relacionarse. Con la mayor naturalidad, él le explicó que era un ciber-pirata profesional: había aprovechado el cierre de Megaupload para crear una plataforma discreta y segura, en la que millones de partidarios de la "cultura gratis" compartían películas, música y libros. Huelga decir que se estaba haciendo de oro gracias a los ingresos publicitarios.

"¡Pero eso es un robo! ¡Es inmoral!", protestó ella, henchida de virtuosa indignación.

Él se encogió de hombros. "Estamos en un mundo digital. No es posible poner puertas al campo. ¿Sabías que muchos libros de mediados del siglo XX han desaparecido de la circulación debido al copyright? Yo cumplo un servicio público de difusión de obras que mucha gente no podría disfrutar de otro modo".

"Puedes decirlo como prefieras, pero eso es robar", insistió ella.

"¿Ah, sí? Bueno, si no me equivoco tu padre ha hecho su fortuna sobornando a políticos corruptos para conseguir recalificaciones de terrenos, construyendo viviendas de ínfima calidad y explotando a miles de esclavos hipotecarios. Oops, qué lapsus, quise decir deudores. ¡Ja, ja, en qué estaría yo pensando! Por cierto, tu padre y sus colegas deberían ir pensando en buscar un negocio alternativo; este modelo de crecimiento está agotado y todo el que se niegue a verlo va a terminar en la ruina".

Durante unos momentos, Encarnada quedó sin habla por la magnitud de la ofensa. "¡Cómo te atreves!", consiguió articular por fin. "¡Mi padre es una persona de orden y tiene un negocio legítimo, no como tú, ladrón, sinvergüenza…!".

A Raf le pareció muy cómica la indignación de Encarnada. "Ja ja, qué linda estás cuando te enfadas. No te hagas la digna, llevo mucho tiempo siguiéndote en Facebook y no cabe duda de que somos almas gemelas: tienes tan pocos escrúpulos como yo. Cuando quieres algo, vas a por ello sin vacilar. Yo lo hago en los negocios… y tú persiguiendo a ese panoli de Alex. Permíteme que te diga que no tienes ninguna posibilidad, a él le falta valor para dejar a su novia. Además, no es el tipo adecuado para ti. Necesitas a alguien dispuesto a convivir con tu gigantesco ego".

"¿Y se supone que tú eres ese alguien? ¡Antes muerta!".

Como cabía esperar tras este intercambio, la velada terminó como el rosario de la aurora. Sin embargo, Encarnada no consiguió quitarse a Raf de la cabeza. No sólo porque seguía furiosa con él, sino porque sus agoreras predicciones financieras se cumplieron al pie de la letra: la interesada simbiosis entre bancos y empresas constructoras, que durante años había sustentado el enriquecimiento del padre de Encarnada y de otros como él, se convirtió en una cruenta guerra entre los antiguos aliados. De manera repentina, los banqueros se decantaron por un estricto abolicionismo hipotecario que, por desgracia, no contemplaba la liberación de los deudores, sino su desahucio. Como puntilla definitiva, y con el apoyo incondicional de los gobernantes, la actividad inmobiliaria quedó estrangulada gracias a un estricto bloqueo en la concesión de nuevos créditos.

Dos años después de la malograda cena, Tara Inmobiliaria S.A. se declaró oficialmente en quiebra. Abrumados por el estrés, los padres de Encarnada fallecieron con pocos meses de diferencia. Sin más opción que madurar de la noche a la mañana, la joven se dedicó a luchar con pasión para conservar al menos el hogar familiar. A pesar de su coraje, con frecuencia se sentía impotente ante la enormidad del desafío: los acreedores no daban tregua y sus hermanas pequeñas eran un verdadero incordio. "No quiero comer más sopa de pollo", lloriqueaba la mediana. "¿No podemos encargar una bandeja de sushi?".

Exasperada, agotada y con las defensas bajas, Encarnada sufrió una intoxicación alimentaria y pronunció su famosa frase: "A Dios pongo por testigo de que no volveré a consumir marcas blancas".

FIN DE LA PRIMERA PARTE

¿Conseguirá Encarnada sobreponerse a la quiebra de su entorno social y familiar? ¿Dónde está Alex mientras ella lucha sola contra los acreedores? ¿Cómo van los negocios de Raf? ¿Conseguirá Raf que Encarnada olvide a su amor de juventud? ¡El desenlace en el próximo número!


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Cuentos del Juglar Financiero por Cristina Carrillo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
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