Marzo 2012, Número 5
 
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Gestión de las Finanzas Personales



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Cuando el dinero es una fiesta

Comprender el funcionamiento básico del sistema financiero es una de las habilidades más útiles que se pueden adquirir en la vida: de una forma u otra, y tanto si somos conscientes como si no, todos desempeñamos un papel en el circuito de los recursos. El problema es que, incluso en países con elevadas tasas de inclusión financiera, suele existir un peligroso desconocimiento mutuo entre los ciudadanos (usuarios finales) y los agentes profesionales, tanto públicos como privados. ¿Cómo superar esta desconexión? Una de las fórmulas con más posibilidades es la de las ferias financieras, que presentan tan opacas cuestiones en un formato más amable, lúdico y atractivo para el común de los mortales.

En el espacio iberoamericano se trata de una tendencia relativamente reciente y en franco crecimiento. Pueden encontrarse ferias financieras para todos los gustos: organizadas por instituciones públicas o privadas, dirigidas a inversionistas profesionales o al público en general, de uno o varios días de duración, etc. Sin ánimo de exhaustividad, veremos algunos casos que ilustran los diferentes enfoques y propósitos con que cabe diseñar este tipo de iniciativas.

En su mayor parte, las primeras ferias nacieron con el objetivo de promocionar los mercados de valores, donde se encuentran los productos y servicios que encabezan la escala de la complejidad y el riesgo financiero. También son, en consecuencia, los más desconocidos y los más alejados de la realidad cotidiana para una buena parte de la población. Mientras los productos bancarios o los seguros suelen ser más asequibles y, con frecuencia, incluso imprescindibles para el desempeño diario, el mundo de las inversiones tiene un carácter claramente opcional y no resulta apto para todos los públicos.

Por otra parte, en la medida en que ofrecen una vía de financiación alternativa al crédito bancario, el crecimiento de los mercados de valores se ha considerado de interés estratégico para estimular el entramado productivo de los países en desarrollo. Los principales impulsores de estas "ferias del inversionista" suelen ser la propia industria (bolsas) o los reguladores financieros competentes (comisiones y superintendencias de valores), con relevantes diferencias de enfoque en uno y otro caso.

Entre las primeras, se puede citar el Foro de Inversionistas de la Bolsa de Valores de Panamá, que celebró su primera edición en 2002, o la Expobolsa de la Bolsa de Valores de Lima, desde 2007; si bien están abiertas al público en general, este tipo de jornadas se basan en presentaciones y conferencias de nivel profesional. Pese al indudable interés de tales foros, en sentido estricto no encajan en el ámbito de la educación financiera, ya que predomina su naturaleza informativa y comercial y se dirigen de manera preferente a una audiencia con conocimientos o experiencia previa en los mercados de valores.

La perspectiva cambia de forma notable cuando la organización es asumida por las instituciones públicas responsables de los mercados, porque en estos casos los objetivos de sensibilización y divulgación pasan a primer término y llegan a determinar la propia estructura de los eventos. Las Ferias del Inversionista de la SUGEVAL de Costa Rica, iniciadas en 2005, se celebraban en fin de semana y, además de dar espacio a las ofertas de los representantes de la industria, ofrecían actividades artísticas y culturales para incentivar la asistencia y participación de un público más familiar, incluyendo distracciones para niños y sorteos de premios. Por su parte, la Superintendencia de Compañías de Ecuador tiene prevista su primera Feria del Inversionista para septiembre de 2012, con la intención de acercar a todo el mundo el conocimiento y la comprensión de los mercados de valores.

Un ejemplo híbrido puede encontrarse en la feria española Bolsalia, organizada desde hace quince años por el semanario económico Inversión. Orientada a pequeños inversores, combina los stands de los intermediarios financieros con charlas de cierto nivel técnico. El modelo se aproxima más a lo comercial que a lo divulgativo, pese a que desde hace varios años la presencia institucional del organismo supervisor (la Comisión Nacional del Mercado de Valores, CNMV) aporta el toque neutral y trata de concienciar a los asistentes sobre la importancia de proteger sus derechos.

foroCon independencia del modelo elegido, las ferias de inversionistas ofrecen un interesante espacio de confluencia para los ciudadanos, los intermediarios y los organismos reguladores. Aunque carezcan de una finalidad formativa propiamente dicha, o al menos su diseño habitual no sea el óptimo para tal propósito, sí presentan aspectos muy positivos para todos los participantes.

Para el público asistente, las ferias brindan la ocasión de interactuar con los intermediarios en un contexto más relajado, informal e igualitario que el de las oficinas financieras, en las que a veces los clientes se sienten algo intimidados y menos dispuestos a plantear preguntas. Además, para muchas personas son una de las escasas oportunidades de experimentar con comodidad las ventajas del shopping around, el recomendable y poco extendido hábito de comparar condiciones entre distintos productos y entidades.

Para las instituciones públicas dedicadas a la regulación y supervisión de los mercados, la presencia en ferias ofrece un entorno privilegiado para darse a conocer. Este objetivo no constituye ninguna frivolidad, puesto que la eficacia de los programas de educación financiera que suelen promover estos organismos está muy vinculada a su capacidad para ser reconocidos y bien valorados por la población a la que se dirigen. La CNMV de España, con materiales y programas de formación de inversores desde el año 2002, ha acudido a varias ediciones de Bolsalia para constatar la sospecha de que, mientras el público asistente ubica sin problemas a muchos de los intermediarios, no es capaz de identificar la naturaleza pública, neutral y gratuita de los servicios que les presta la Comisión de Valores. Lo cierto es que las funciones de estos organismos les llevan a orientar la mayor parte de su actividad y de sus esfuerzos de comunicación hacia las entidades supervisadas, por lo que no siempre resulta fácil mantener la conexión con la realidad de los inversores no profesionales.

La ventaja para las entidades privadas es evidente: la exposición de sus ofertas y servicios a personas que, tengan o no la condición previa de clientes, acuden con una predisposición favorable para recibir información sobre alternativas de ahorro e inversión. Y en este punto reside uno de los grandes desafíos de estos eventos: evitar que se conviertan en un "coto de caza" de potenciales clientes que, en ausencia de suficiente cultura financiera y espíritu crítico, terminen contratando sin la debida reflexión algún producto que ni les interese ni les convenga.

De ahí la importancia de mantener un adecuado equilibrio entre la presencia de los organismos públicos (más centrados en tareas de sensibilización e información) y la participación privada (en la que, lógicamente, prevalece un enfoque comercial, aunque el carácter informal de las ferias en ningún caso puede excluir el cumplimiento de las normas éticas sobre leal asesoramiento a la clientela). En todo caso, y aunque el diseño del evento propicie tal equilibrio, conviene asumir que, en esa "competencia" por la atención de los asistentes, las instituciones públicas parten en desventaja frente a unos intermediarios mucho más experimentados en las lides publicitarias. ¿Qué se puede hacer para maximizar los beneficios que estas ferias ofrecen al público? Veamos algunas posibilidades:

Evolucionar hacia eventos con mayor amplitud de contenidos y propuestas: del inversionista al consumidor financiero. Las dificultades de los últimos años han puesto de manifiesto el desconocimiento de cuestiones financieras básicas por parte de amplias capas de la población. En este contexto, ¿resulta realista empezar la educación financiera por el tejado de las inversiones? Las ferias de inversores, en su formato más tradicional, no contribuyen precisamente a superar la sensación generalizada de que las finanzas son un mundo complejo y alejado de las preocupaciones cotidianas. Aunque en teoría cualquier persona es un potencial inversor, no conviene olvidar que el riesgo inherente a estos productos exige la previa acumulación de cierto excedente de capital y la capacidad, financiera y psicológica, de asumir un determinado nivel de pérdidas. Eso, sin contar con la necesidad de disponer de las destrezas y los conocimientos adecuados para entender las características y riesgos de los productos de inversión.

En Costa Rica, la Cámara de Bancos e Instituciones Financieras ya ha celebrado dos ediciones de la Feria Nacional del Ahorro y la Educación Financiera, con el enfoque que se aprecia en el vídeo adjunto: desenfadado y orientado a un público familiar no especializado, con especial énfasis en los jóvenes. Este tipo de "cumbres financieras familiares" tienen ya cierto recorrido en Estados Unidos y están comenzando a difundirse en Europa; en la misma línea se está organizando en España el festival Tu dinero en familia: el Día de los Niños, previsto para octubre de 2012.

Definir la temática, los mensajes principales y la audiencia objetivo del evento: de la acumulación de stands al diseño con propósito. Con esta perspectiva, resulta imprescindible ser realista sobre las motivaciones de quienes asisten a este tipo de ferias. En los eventos ampliamente publicitados cabe esperar un público muy heterogéneo, por lo que conviene programar propuestas que puedan satisfacer a diversos tipos de personas: desde las que tienen un menor grado de interés previo en cuestiones de economía y finanzas personales (que acudirán con más curiosidad que expectativas) hasta las que disponen de cierta experiencia y buscan información específica.

Promover una mayor interacción con el público: del escaparate al foro de intercambio. Las ferias son un entorno privilegiado para que las instituciones, además de mostrarse a sí mismas y sus servicios, traten de conocer mejor las preocupaciones y expectativas reales del público en relación con la economía y las finanzas personales. Esto requiere habilitar mecanismos de diálogo y participación que permitan sondear las opiniones de los asistentes y les otorguen mayor protagonismo, en lugar de limitar su papel a la recepción pasiva de información, presentaciones y ofertas.

En definitiva, aunque no cabe pretender que estas ferias tengan una auténtica eficacia educativa, sí pueden proporcionar una visión positiva, accesible y cercana de las cuestiones financieras como algo útil y necesario para todas las personas, de cualquier edad y condición. ¿El objetivo? Que los asistentes vuelvan a sus casas con algo más que los artículos promocionales.


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