Junio 2014, número 31
 
Capítulo 6
Breves interludios familiares

En el capítulo anterior nos enteramos, con indiscutible alivio, de que don Pedro Teodosio no había resucitado. ¡A saber las consecuencias que hubiese tenido tal circunstancia en la precaria salud mental de los Rodríguez de la Malvarrosa! Por no hablar de las complejidades legales... Pero, apenas superado ese escollo, nos encontramos con otro aún más serio: la nada romántica proposición matrimonial de Mr. Jason Bedelfather a Victoria Marina. ¿Logrará ella evitar el chantaje y conservar su preciada soltería?


Algo huele a podrido en San Pancracio

Desde el accidente del primogénito, una extraña sombra se cernía sobre los Rodríguez de la Malvarrosa. Luciano y Elena de las Nieves se hallaban sumidos en una indiferencia cuasi autista hacia todo lo que les rodeaba. Ambos pasaban la mayor parte del día sin moverse de sus respectivas habitaciones, como si el mundo exterior planteara más amenazas de las que podían afrontar.

Sin embargo, lo que finalmente disparó las alarmas de Marga Teresita y Carlos Adalberto fue la actitud inusualmente seria de Victoria. "Lleva tres días sin hacer ningún chiste malo", observó Marga con preocupación. "Y vaga por la casa como si no supiera en qué habitación quedarse. ¿A ti no te ha contado nada?".

"No, siempre sale corriendo cuando me ve llegar", respondió pensativo Carlos Adalberto. "Bastante raro es ver a Luciano calladito y ensimismado, pero al menos tiene la caída como excusa. Lo de Victoria me inquieta mucho más. Si no la conociera bien, diría que incluso parece un poco asustada".

"Sólo se me ocurren dos posibilidades", reflexionó Marga Teresita: "O tú y yo somos los únicos normales en esta familia… o aquí está pasando algo de lo que aún no nos hemos enterado".

"Creo que las dos opciones son perfectamente compatibles", sonrió Carlos. "Pero es peligroso que sigamos en Babia, especialmente ahora que eres tú la que está a cargo de los negocios familiares. Sospecho que Luciano tiene un montón de secretitos que podrían ser muy perjudiciales…".

"Oh, por eso no te preocupes…", interrumpió Marga Teresita. "Hay más esqueletos en el armario de Luciano que en la piscina de Poltergeist, pero creo que ya los tengo identificados a todos".

Antes de que Carlos pudiera seguir interrogando a Marga sobre aquella asombrosa afirmación, la puerta de la sala se abrió y Victoria Marina hizo su aparición, con la habitual mirada confusa de los últimos días.

"Ah, perdón, creí que la sala estaba vacía", farfulló mientras hacía ademán de marcharse. Sin embargo, su huida se vio frenada por la inesperada aparición del pétreo y eficiente Benicio, que sostenía sin aparente esfuerzo una bandeja muy cargada.

"Imaginé que les apetecería un pequeño refrigerio", indicó Benicio, con un tono distante y preciso que hubiese hecho llorar de envidia al más exigente mayordomo inglés.

Victoria se quedó congelada en su sitio, mientras la asaltaba (y no por primera vez) la difusa sensación de que aquel hombre era quien en verdad marcaba los ritmos de todos los habitantes de la casa.

"Pero es que tengo que marcharme", protestó débilmente, como si necesitara el permiso del formidable mayordomo para circular por la mansión a su antojo.

"Yo creo que estás en el lugar adecuado", intervino Marga Teresita, cazando la ocasión al vuelo. "Una sincronía perfecta, Benicio", alabó la joven. "¡Incluso has traído tres tazas de té! Justo lo que necesitamos para una agradable charla entre hermanos". Mientras Marga Teresita la conducía con firmeza hacia el sofá, Victoria comprendió con cierto alivio que su decidida hermana pequeña no estaba dispuesta a seguir jugando al escondite.

Había llegado el momento de compartir con los únicos miembros sensatos de su familia la aterradora "proposición" de Mr. Jason Bedelfather.

Un divorcio económicamente civilizado

Luciano Federico estaba decididamente mustio. Recostado con flacidez en su butaca, se pasaba las horas muertas mirando por la ventana, en apariencia inmune a cualquier tipo de estímulo externo.

Ni siquiera había protestado cuando, en una de sus brevísimas visitas, Elena de las Nieves había colocado en su regazo al chihuahua Fermín. Se trataba de una estrategia desesperada de la dama para hacer reaccionar a su hijo, ya que Luciano nunca había ocultado el disgusto que le producía lo que llamaba "ese repulsivo engendro perruno". Sin embargo, para sorpresa de Elena (y de todos los demás), Luciano no hizo el menor gesto ni trató de sacudirse de encima al animalillo. Desde ese momento, el silencioso Fermín se había hecho fuerte en la habitación del enfermo, en la que pasaba la mayor parte del día.

Aún así, Patricia Juliana no estaba psicológicamente preparada para la hogareña escena que se encontró al entrar en la habitación de su esposo.

Luciano dormitaba en la butaca, con el brazo sano colgando casi hasta el suelo, mientras aquella rata con carné de perro le lamía los dedos con entusiasmada devoción.

"Ejem", carraspeó.

Con manifiesta falta de interés, Luciano abrió un ojo y volvió a cerrarlo de inmediato, sin molestarse en responder al gruñido-saludo de su media naranja.

"Luciano, tenemos que hablar", anunció mientras se acomodaba con elegancia en la otra butaca.

Suspirando con resignación, Luciano abrió los ojos y contempló a la madre de sus hijos. Tocaba el "día CH": el bolso, el pañuelo del cuello, las gafas de sol a modo de tiara… todo lo que llevaba encima lucía estampado, grabado o en relieve las famosas iniciales. El ubicuo logo de Carolina Herrera transmitía a las claras el credo vital de Patricia Juliana: "Sólo uso cosas MUY caras".

"Querida, te he dicho muchas veces que ejemplificas la parte más estúpida del capitalismo. En lugar de pagar tanto dinero por hacer propaganda a las marcas, deberías cobrarles tú por hacer de mujer-anuncio", comentó Luciano con incisiva apatía.

Los ojos de Patricia centellearon, pero no estaba dispuesta a dejarse distraer. "Como tú digas. Hace tiempo que perdiste la capacidad de ofenderme. Como ninguno de los dos tenemos ganas de conversar, permíteme que vaya al grano: Luciano Federico, quiero el divorcio".

Durante unos instantes, una expresión de desconcierto asomó a los ojos de Luciano. Incómoda, Patricia Juliana continuó con lo que, obviamente, era un discurso muy ensayado y bastante hueco: "Ambos hemos cambiado, Luciano. Hace tiempo que tus proyectos y los míos no avanzan en la misma dirección. Por suerte, somos personas prácticas y capaces de adaptarnos a las circunstancias. Verás que mis propuestas para el reparto de bienes son extremadamente razonables: todo al 50% y la custodia compartida de los niños. Un mes contigo, un mes conmigo", concluyó Patricia, incluyendo con toda naturalidad a sus hijos en ese equitativo reparto de los bienes al 50%.

Luciano la miró y esbozó una mueca que, con mucha imaginación, podría pasar por una sonrisa. "Francamente, querida, tengo que felicitarte. No soy un hombre que se sorprenda con facilidad, pero esto no lo había visto venir".

"Estoy segura de que, cuando lo pienses un poco, coincidirás conmigo en que es lo mejor para todos", zanjó Patricia mientras se ponía en pie. Perder el tiempo con un futuro exmarido convaleciente no era una actividad que tuviera cabida en su apretada agenda social.

"No tan deprisa, querida". Patricia se detuvo, intrigada por la inesperada energía que detectó en la voz de Luciano. Este se acomodó en la butaca y comenzó a hablar con lentitud: "Tienes razón. No hay ningún motivo para retrasar lo inevitable. Estoy de acuerdo contigo… en casi todo. Si bien tu propuesta de reparto suena razonable, creo que yo puedo mejorarla: acepto la custodia compartida, pero estoy dispuesto a dejar que te quedes con todo el patrimonio".

La mandíbula de Patricia Juliana se descolgó de forma muy poco elegante. "¿Eeeeh?".

"Sip. Mi experiencia cercana a la muerte ha cambiado sustancialmente mi escala de valores. Creo que el accidente ha sido un mensaje del Universo, y sólo un idiota ignoraría semejante llamada de atención".

Patricia Juliana, atónita, estuvo a punto de señalar que su caída difícilmente podía calificarse como "una experiencia cercana a la muerte". Sin embargo, recordó a tiempo que la melodramática reacción de Luciano estaba a punto de convertirla en una divorciada muy rica, por lo que se limitó a asentir mientras murmuraba: "Por supuesto, querido. ¿Quién soy yo para interponerme entre un hombre y su karma?".

La intervención

Con un soberano dolor de cabeza, Elena de las Nieves se obligó a apagar la computadora. Cada día comenzaba sus "sesiones de entretenimiento" convencida de que su suerte estaba a punto de cambiar. Y cada día terminaba preguntándose cómo demonios podía haberse complicado tanto la vida.

La desesperación era mayor ahora que se sabía sola con su problema. Ni siquiera Luciano, el único en el que se había atrevido a confiar, era consciente de la verdadera magnitud de sus pérdidas. Alérgico a cualquier situación que le demandara un exceso de atención, su hijo se había limitado a transferirle con regularidad importantes cantidades de dinero, que desaparecieron de forma casi instantánea en una vorágine de juegos y apuestas. Puede que los casinos fueran virtuales, pero las deudas de doña Elena eran muy, muy reales.

Estaba tan absorta que no pudo evitar un respingo ante los suaves golpes en la puerta del dormitorio. "¡Madre! ¿Estás ahí? Voy a pasar".

Mientras Elena de las Nieves buscaba alguna excusa para mantener alejada a su hija, la puerta se abrió y Victoria Marina entró con expresión decidida. Tras ella apareció Carlos Adalberto y, para completar la comitiva, el inevitable Benicio con la bandeja del té. "¡Vaya! No recordaba haber convocado una fiesta de pijamas en mi habitación", comentó con sarcasmo. "¿Qué estáis haciendo vosotros aquí? ¿En qué momento perdí mi derecho a la privacidad?".

"En el momento en que tus deudas de juego pasaron a ser un problema de la familia", espetó Victoria.

Elena de las Nieves sintió cómo la sangre se le subía a la cabeza. "¿Qué? ¿Cómo…? ¿Cómo sabes tú eso? No tenéis derecho a…".

"Tenemos todo el derecho. Y tú tienes un problema contra el que no puedes luchar sola. Considera esta visita como una intervención familiar".

¡Primera página!

¿Quién dice que en los pueblos pequeños nunca pasa nada? Los vecinos de San Pancracio no daban crédito a la noticia de impacto con que se desayunaron aquel aciago martes:

¡DESAPARECIDOS!
¿Dónde están la viuda y el primogénito de nuestro llorado prócer?

Tras el reciente deceso de don Pedro Teodosio Rodríguez de la Malvarrosa, las desgracias se ceban en la principal familia de nuestra ciudad. Doña Elena de las Nieves, distinguida viuda del gran hombre, fue vista ayer abandonando la mansión familiar con un gran número de maletas y baúles. Consultado por este periódico sobre el destino de la señora, el portavoz de la familia nos ha hecho llegar una declaración oficial: "Con profunda consternación comunicamos a nuestros convecinos que doña Elena de las Nieves sufre una enfermedad que requiere tratamiento médico altamente especializado. Confiamos en que la rapidez del diagnóstico permita su pronta y completa recuperación. Mientras tanto, agradecemos el interés de los ciudadanos de San Pancracio y rogamos su comprensión ante nuestros deseos de privacidad durante esta dolorosa prueba". Hasta el momento, este periódico no ha logrado obtener más información sobre el actual paradero de doña Elena ni sobre la naturaleza de su dolencia.

Más misteriosa aún resulta la desaparición de don Luciano Federico Rodríguez de la Malvarrosa, que parece haber entrado en una espiral autodestructiva desde que se conocieron los términos del testamento. Sin haberse recuperado aún del sospechosísimo accidente doméstico que lo mantenía postrado, y en mitad de lo que promete ser un divorcio exprés-exprés-exprés, los rumores apuntan a que don Luciano se ha volatilizado. Con respecto a este asunto, el portavoz de los Rodríguez de la Malvarrosa se ha mostrado muy poco comunicativo y ha despachado a nuestros reporteros con un lacónico "Sin comentarios".

LA CONTINUACIÓN... DEPENDE DE TI

¿En serio? ¿Los dos miembros más problemáticos y con más problemas de la familia desaparecen al mismo tiempo? ¡Qué casualidad! Podemos imaginar el destino inmediato de Elena de las Nieves pero, ¿qué diantres ha ocurrido con Luciano Federico? ¿Cómo afectará esto a las pretensiones del inglés? ¿Cuáles son los "esqueletos" de Luciano Federico contra los que piensa luchar Marga Teresita?

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