Julio - Agosto 2014, número 32
 
Capítulo 7
Una familiar mente delincuente

En el capítulo anterior descubrimos algunos de los secretos mejor guardados de los Rodríguez de la Malvarrosa. Tras destaparse sus millonarias deudas por culpa de los juegos en línea, Elena de las Nieves ha sido facturada por sus hijos y Marga Teresita con destino desconocido. Más misteriosa es la desaparición del convaleciente Luciano Federico, después de acordar con su esposa un generosísimo acuerdo de divorcio.

Tormenta de ideas etílicas

Dos meses después de las "desapariciones" de Elena de las Nieves y Luciano Federico, los habitantes de San Pancracio llegaron a la conclusión de que los Rodríguez de la Malvarrosa no iban a entretenerlos con más escándalos, al menos por el momento. La discreción de los miembros más jóvenes de la familia terminó por adormecer la expectación de sus conciudadanos que, tras calificarlos como "una panda de aburridos", volvieron su atención hacia otras fuentes de chismorreo más prometedoras. ¡Cuán equivocados estaban! El perfil bajo de los tres hijos menores de don Pedro seguía ocultando una marejadilla de intrigas, hallazgos sorprendentes y peligros a sortear.

La inicial simpatía entre Victoria Marina y Marga Teresita había evolucionado hasta convertirse en una sólida y profunda amistad. Aunque aún no habían llegado á compartir sus secretos más íntimos, ambas sabían que sólo era cuestión de tiempo llegar a ese punto. Mientras tanto, se reunían a menudo en el pub irlandés del pueblo para hablar de lo divino y de lo humano, mientras buscaban formas de superar los numerosos conflictos familiares.

Lo mejor era que, después de un par de cervezas, las propuestas racionales empezaban a dar paso a sugerencias cada vez más esperpénticas. Al final de cada sesión, en un estado de considerable intoxicación etílica, ambas decidían de común acuerdo cuál de las dos había tenido la idea más divertida e inviable. A la perdedora le tocaba pagar la cuenta, con propina y todo. Marga Teresita pronto comprobó que Victoria era imbatible a la hora de imaginar soluciones absurdas, y se resignó a seguir sufragando las cervezas de su hermana por los siglos de los siglos.

Ese día, Marga decidió compartir las averiguaciones del experto que había contratado para poner en orden las cuentas del banco familiar.

"Es aún peor de lo que sospechaba", confesó Marga Teresita. "El 85% de la cartera de préstamos es falsa. Técnicamente, el banco está en quiebra y…"

"¿Qué quieres decir con que los préstamos son falsos?", interrumpió Victoria. "Imagino que te refieres a que son incobrables. Qué raro que Luciano permitiera la concesión de créditos sin garantías… Más bien parece el tipo de banquero que te obliga a dejar en prenda a tus propios hijos y uno de los riñones para asegurarse el pago".

"Oh, estoy segura de que lo es", confirmó Marga con una risita. "O, al menos, lo fue hasta que decidió usar el banco para financiarse a sí mismo. No es que los préstamos sean incobrables: es que las empresas que los recibieron no tienen ninguna actividad, son puros cascarones. Los directivos son testaferros de nuestro hermano, personas que no tienen nada que ver con el tema: fontaneros, maestros, mecánicos… Incluso varios médicos de tu hospital, por cierto. Supongo que cobraron por poner sus nombres en los documentos, además del honor de hacerle un favor al todopoderoso heredero. Al principio era una práctica ocasional, pero en los últimos años apenas se concedieron un puñado de préstamos verdaderos".

Victoria contemplaba boquiabierta a su hermana, mientras esta desgranaba los detalles del monumental desfalco perpetrado por su hermano. "¡Cielo santo! Toda la vida pensando que Luciano era un perfecto idiota, y resulta que tenemos en la familia a un aprendiz de Madoff".

Marga soltó una carcajada. "En realidad, el montaje que organizó no es precisamente una obra maestra. Más bien burdo, si quieres mi opinión. Consiguió mantener tanto tiempo el secreto porque todos los que podían airearlo estaban involucrados o comprados".

"Ahora entiendo su desaparición. Al principio pensé que podía estar trastornado por la petición de divorcio de Patricia Juliana, aunque nunca los tuve por una pareja modélica ni bien avenida. Lo que me cuentas ahora tiene mucho más sentido. Comprendió que era cuestión de tiempo que descubrieras su jueguecito y prefirió quitarse de en medio".

"Sí, pero no creo que eso sea todo", murmuró Marga pensativa. "Tengo la fuerte sospecha de que estaba mucho más preocupado por tu Romeo inglés que por mí".

"¡Mi Romeo! Antes muerta que darle chance a ese mafioso", soltó Victoria con expresión de alcohólica repugnancia al recordar el chantaje matrimonial de Jason Bedelfather. "Hablando de Romeos, ¿cómo llevas lo de que Carlos y tú…? En fin…". Victoria se interrumpió consternada, reprendiéndose a sí misma por haber bajado la guardia hasta el extremo de abordar un tema tan espinoso. Durante unos instantes, rezó para que Marga Teresita estuviera aún más aturdida que ella y no hubiese entendido la insinuación. Por desgracia, su joven hermana estaba ya muy mareada pero no sorda, y el largo trago que dio a su cerveza demostró que el comentario de Victoria había tocado un punto sensible.

"Lo que no puede ser, no puede ser. Inútil darle más vueltas", sentenció por fin encogiéndose de hombros.

"El caso es que….", murmuró pensativa Victoria. "Un par de meses antes de morir nuestro padre, estaba con él en el jardín cuando os vimos a Carlos Adalberto y a ti paseando muy juntitos. Papá sonrió y dijo 'Hacen una buena pareja, ¿verdad?' Es raro que no tratara de impedirlo. Al contrario, parecía… muy complacido. Estoy pensando que tal vez… No, no puede ser. Y, por supuesto, no existe ni la menor duda de que eres mi hermana, hice personalmente la prueba de ADN…".

"¿Qué tú hiciste… qué?", preguntó atónita Marga Teresita.

Victoria enrojeció violentamente. "¡Pero mira que estoy bocazas hoy! En fin, ya que he soltado la liebre será mejor que te dé la información completa. Después de la lectura del testamento, lo primero que pasó por la tortuosa mente de Luciano fue impugnar tu filiación. Los abogados le advirtieron de que no tenía caso, pero él estaba muy desesperado. Me persiguió hasta que accedí…". El recuerdo le arrancó otra risita. "¡Nunca olvidaré su cara cuando le dije que, sin ninguna duda, eras hija de nuestro padre!".

Con el cerebro al ralentí por el alcohol, Marga Teresita se quedó callada sin saber muy bien cómo reaccionar. De pronto esbozó una sonrisa, miró a su hermana y… ambas estallaron en estruendosas carcajadas. "Ay, ay, ay, pobre Luciano, cuánto ha sufrido últimamente. Me pregunto dónde se habrá metido, y cuál será su próxima jugada maestra".

"Le das demasiado crédito, Marga", respondió Victoria con cierto cinismo. "Estará esperando tranquilamente a que los demás arreglemos el desaguisado que ha dejado atrás, para volver a reclamar su lugar y sus derechos cuando todo vuelva a estar en orden".

"Sí, creo que tienes bucha… buchísima razón", farfulló Marga, que tras la tercera pinta de Guinness tenía ciertos problemas para vocalizar. "Bueno, de momento el primer odjetivo… el primer objetivo es sanear el banco. Por lo demás…". Marga Teresita se interrumpió y miró a su hermana con los ojos muy abiertos. "Victoria, acabo de tener una efifanía… una epifanía. ¿Y si casamos a Patricia Juliana con tu amigo Fefelfather?".

Victoria contempló risueña a su muy ebria hermana pequeña. "¡Por fin llegó el día en que la alumna superó a la maestra! Marga, esa es sin duda la idea más genial de la velada. ¡Hoy pago yo la cuenta!".

El valor neto de Patricia

Al día siguiente, la aludida se dirigía con lánguida elegancia a un lujoso despacho de la capital. La secretaria de su carísimo abogado la había citado para retirar los documentos que confirmaban su estatus de rica divorciada. Se sentía eufórica y triunfante aunque, por supuesto, jamás se le ocurriría caer en la vulgaridad de exteriorizar emoción alguna.

"Qué lista fui al aprovechar el accidente de Luciano… El pobre diablo estaba tan bajo de moral que me lo puso aún más fácil de lo que imaginaba. Dios sabe que no le deseo ningún mal, después de todo es el padre de mis hijos, pero manejó todo este asunto del testamento como un auténtico perdedor. Mira que dejarse comer el terreno por una jovencita inexperta…".

Después de casi cuarenta y cinco minutos en la suntuosa sala de espera del abogado, su entusiasmo se había enfriado ligeramente. Ni siquiera el último número de Vogue consiguió distraerla de semejante afrenta. "Qué raro que un hombre tan respetuoso cometa la indelicadeza de tenerme esperando, como si fuera una clienta cualquiera", reflexionó, molesta. "Le dejaré bien clarito que le conviene tenerme contenta, ¡si no quiere que lleve los asuntos legales de mi cuantioso patrimonio a otro despacho con más clase!".

Cuando finalmente la secretaria le indicó que podía pasar, la indignación de Patricia Juliana alcanzó nuevas cotas. "Pase, Patricia", indicó el abogado sin mirarla… ¡y sin levantarse siquiera de la silla!

Patricia Juliana se detuvo junto a la puerta, negándose a ser tratada como una estudiante enviada al despacho del director. "¿Disculpe?". El abogado continuó tomando notas, al parecer inmune al gélido tono de su clienta. "Siéntese".

Después de unos instantes de desconcierto, y más furiosa de lo que recordaba haber estado en mucho tiempo, Patricia se encaminó hacia el escritorio y tomó asiento frente al ofensivo leguleyo. Finalmente, él dejó a un lado los papeles que lo habían mantenido tan absorto, se recostó en su sillón y juntó las yemas de los dedos. "Bien, bien, bien", comenzó mirando a Patricia con el ceño fruncido.

"No, señor mío, no está bien en absoluto. Me gustaría hacerle notar que su actitud es absolutamente inadecuada para un bufete de esta categoría y, sobre todo, para una clienta de mi posición".

"¿Y qué posición es esa?", inquirió con suavidad el repelente individuo.

Patricia Juliana optó por ignorar la desagradable sensación que estaba empezando a sentir en la boca del estómago: "Pensaba que era evidente", respondió con altanería. "Mi posición es la de alguien que puede generarle mucho negocio gracias a un patrimonio más que respetable".

"Por favor, defina qué entiende usted por 'patrimonio respetable'".

Patricia se dio cuenta de que llevaba un rato sin respirar y tomó aire. "Está bien. Deje de jugar a las adivinanzas. ¿Qué está intentando decirme? ¿Es oficial mi divorcio? ¿Puedo disponer ya del patrimonio que me corresponde por la disolución de la sociedad matrimonial, según el acuerdo que alcancé con Luciano? ¿Ha surgido algún problema?".

"Cuántas preguntas juntas, mi querida señora. Vayamos por partes. Sí, su divorcio es oficial. Sí, tras la disolución de la sociedad matrimonial ya es usted la única titular de todo el patrimonio que antes compartía con su esposo. Y sí, tiene un pequeño problema: que no hay nada de lo que pueda disponer".

"¿Qué quiere decir? ¿Está hablando de inversiones poco líquidas?", preguntó Patricia con los últimos restos de un optimismo que la estaba abandonando a toda velocidad.

"No, señora. Estoy hablando de deudas".

"Deudas. ¿Qué deudas? Todo el mundo tiene algunas deudas, supongo. Imagino que Luciano no era una excepción".

El abogado sonrió con malevolencia. "En efecto, señora, todo el mundo tiene deudas. Algunas, incluso, son deudas inteligentes, cuando lo que se adquiere con ellas genera rendimientos superiores a los intereses que hay que pagar. Por desgracia, 'inteligente' no es el adjetivo que yo usaría para describir el nivel de endeudamiento en que incurrió su esposo".

"Pero ¿qué tienen que ver conmigo las deudas de Luciano?", preguntó Patricia con la boca seca, anticipando la respuesta. Débilmente, se agarró al último clavo ardiendo: "Luciano estuvo de acuerdo en que yo me quedara con todo el dinero".

"Me temo que no, señora mía. La aparente generosidad de su exesposo tenía truco. No le ha dejado a usted todo el dinero, sino todo el patrimonio. Como supongo que no se paró a pensarlo en su momento, se lo aclararé: el patrimonio es un conjunto de bienes, derechos… y obligaciones. En este caso, las obligaciones de pago, es decir, sus deudas, son muy, muy, muy superiores al dinero y demás activos. En resumen, doña Patricia, el valor neto de su patrimonio es negativo. ¡La felicito! Es usted la orgullosa y única propietaria de… un gigantesco montón de deudas a corto, medio y largo plazo".

Y Patricia se desmayó en una postura carente de todo glamour.

LA CONTINUACIÓN... DEPENDE DE TI

¿Cómo gestionará Patricia Juliana su repentina transición de rica divorciada a morosa arruinada? ¿Dónde se oculta el maquiavélico Luciano que, obviamente, no estaba tan devastado como trataba de aparentar? ¿Tendrá razón Victoria al sospechar que reaparecerá cuando los demás hayan resuelto sus innumerables líos?

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¿Cómo evitar los problemas de esta disfuncional familia?

Parece que las actividades de Luciano Federico en el banco familiar iban más allá de la realización de operaciones arriesgadas. Lo suyo es un delito financiero en toda regla, y ni siquiera es original: el fraude basado en la manipulación contable tiene ya una larga historia. Para muestra, el caso Banesto.

Sin contar el hecho de haberse casado con Luciano Federico, Patricia cometió dos graves errores: no utilizar la calculadora de valor neto, para saber cuál era exactamente ese "patrimonio" que tan amablemente le había cedido su exmarido, y firmar el acuerdo de divorcio sin saber a lo que se obligaba.


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Los ricos también quiebran por Cristina Carrillo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
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