Enero - Febrero 2015, número 35
Otras voces, otros ámbitos:
El crédito, de Jordi Galcerán

Por Victoria González Quintana

El crédito es una obra de teatro que repite temporada en el Teatro Maravillas de Madrid, tras un largo éxito el año pasado. No hay nada aburrido en esta obra, sino todo lo contrario. Ninguna jerga técnica que impida comprender la naturaleza de la relación que se va tejiendo entre sus protagonistas.


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Carlos Hipólito y Luis Merlo dan voz a dos personajes muy bien construidos: un director de oficina bancaria y un ciudadano que necesita dinero. Una persona necesitada y otra con la facultad de conceder algo. Sin embargo, a medida que la trama avanza, no está tan claro que es lo que cada uno necesita. De hecho, las necesidades de los personajes se van esbozando distintas y la relación se transforma. El crédito es la historia de esa transformación.

Una oficina bancaria, por fortuna mucho más estética que las que encontramos a pie de calle todos los días, es el escenario donde transcurre esta historia. Una puesta en escena desnuda de todo artificio: una mesa y dos sillas que dan pie a un buen guión, dos estupendos actores y una música magnífica.

Una pieza teatral que salta a escena con un título de actualidad, pero que va mucho más allá de lo que el espectador puede esperar de un diálogo entre un director de oficina y un ciudadano que necesita dinero. Una historia que habla del hombre contemporáneo, de su soledad, de su sentimiento de indefensión, y de su vulnerabilidad, todo con un sentido del humor digno de elogio.

El dinero no es protagonista en El crédito, sino simplemente una excusa para contarnos algo. Con guión de Jordi Galcerán y dirigida por Gerardo Vera, la obra nos permite reír y nos hace pensar. Estamos ante la historia de dos hombres que se encuentran de forma fortuita y acaban por conocerse muy bien, una historia de personas, que a fin de cuentas son las protagonistas de todas las historias.

La lectura de esta propuesta escénica, a pesar de su componente trágico, ha de ser siempre optimista, pues la capacidad de liberarnos de ataduras innecesarias no está ni en la modificación del precio de la deuda, ni en la cambiante prima de riesgo, ni tampoco en el supuesto rescate de ningún país. Es el deseo de querer ser y sentirnos libres el que permite modificar nuestro destino como personas. Una comedia divertida y lúcida sobre las relaciones humanas, sobre la confianza depositada, a veces excesiva y otras reticente, y sobre el crédito que concedemos a lo que sabemos o creemos saber.



Victoria González Quintana

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